Roberto Escudero charló con el público en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco
El 68 fue una fiesta de libertad, con su lado trágico
El 68 fue una fiesta de libertad, con su lado trágico
Arturo Jiménez
El ciclo de conferencias sobre el 68, que se realiza en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT) por los 40 años del movimiento estudiantil, se alejó un poco de la reflexión para entrar a los terrenos de la reconstrucción, la anécdota y la evocación de los ánimos y atmósferas de aquellos días.
Sin embargo, las evaluaciones no quedaron del todo fuera y Roberto Escudero, ex dirigente del 68, ayudó a ponderar una de las polémicas que aún persisten y que gira en torno a la pregunta: ¿Qué fue y qué significó el 68, fue una victoria o una derrota?
Fue todo eso, respondió él mismo, porque un movimiento tan amplio y masivo admite todas esas contradicciones e interpretaciones: haber sido una fiesta de la libertad, sin precedente, con una fuerte carga erótica, y a la vez haber tenido el lado trágico de la vigilancia, la represión y el miedo de ser militante estudiantil.
Escudero también retomó la hipótesis central de que el gobierno comenzó la represión contra los estudiantes para provocar protestas y, así, justificar varias detenciones preventivas de dirigentes ante las inminentes Olimpiadas en la ciudad. Pero nunca calculó, agregó, que los agravios acumulados fueran a conducir a la organización de un gran movimiento estudiantil que se le saliera de control.
Este jueves, con la charla de Roberto Escudero, quien fue representante ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH) y después de la matanza luchó por la liberación de los presos políticos y la presentación de los desaparecidos, además de haber sido coautor del Manifiesto a la nación 2 de octubre, los presentes también se entregaron a la nostalgia, sin dejar de lado la reflexión.
Pero antes de las preguntas de los más jóvenes sobre cómo vivieron el movimiento los chavos de los años 60, y las remembranzas y hasta aclaraciones de fechas y hechos de los adultos, la mayoría activistas del CNH del Politécnico o la UNAM, Escudero contó historias como la de un joven músico, presente en la charla, que el 2 de octubre, en medio de la balacera en la Plaza de las Tres Culturas, protegió con su cuerpo a la periodista Oriana Fallaci.
Escudero, catedrático y ex director de la revista Punto Crítico, contó que la fiesta fue más esplendorosa durante agosto, cuando hubo menos represión, quizá porque el gobierno estaba azorado ante lo masivo en que se había convertido la protesta estudiantil. Los jóvenes, dijo, habíamos tomado la ciudad, que era una fiesta, y eso no es algo intrascendente.
La gente estaba del lado de los estudiantes, aseguró, aunque no participara directa ni masivamente en las movilizaciones, pues tanto por los rumbos de Ciudad Universitaria, como del Casco de Santo Tomás, durante las represiones a las marchas, y sobre todo el día de la matanza, abría la puerta de sus casas a los muchachos para que se refugiaran, con los riesgos que ello significaba.
Un día, contó, una brigada estudiantil del poli decidió ingresar a un salón de baile donde tocaba Dámaso Pérez Prado y su orquesta, para botear y decir algunas palabras. Los parroquianos dijeron que a esos hombres sí se les entendía, en referencia a la retórica presidencial. Y enseguida el músico cubano les obsequió a los brigadistas el mambo del Politécnico.
Al final, Escudero y el público coincidieron en que es necesario seguir reconstruyendo la gran historia del movimiento, además de continuar la reflexión y la discusión de temas antiguos y nuevos, como la existencia del mismo Memorial del 68, magna exposición permanente del CCUT.
Sin embargo, las evaluaciones no quedaron del todo fuera y Roberto Escudero, ex dirigente del 68, ayudó a ponderar una de las polémicas que aún persisten y que gira en torno a la pregunta: ¿Qué fue y qué significó el 68, fue una victoria o una derrota?
Fue todo eso, respondió él mismo, porque un movimiento tan amplio y masivo admite todas esas contradicciones e interpretaciones: haber sido una fiesta de la libertad, sin precedente, con una fuerte carga erótica, y a la vez haber tenido el lado trágico de la vigilancia, la represión y el miedo de ser militante estudiantil.
Escudero también retomó la hipótesis central de que el gobierno comenzó la represión contra los estudiantes para provocar protestas y, así, justificar varias detenciones preventivas de dirigentes ante las inminentes Olimpiadas en la ciudad. Pero nunca calculó, agregó, que los agravios acumulados fueran a conducir a la organización de un gran movimiento estudiantil que se le saliera de control.
Este jueves, con la charla de Roberto Escudero, quien fue representante ante el Consejo Nacional de Huelga (CNH) y después de la matanza luchó por la liberación de los presos políticos y la presentación de los desaparecidos, además de haber sido coautor del Manifiesto a la nación 2 de octubre, los presentes también se entregaron a la nostalgia, sin dejar de lado la reflexión.
Pero antes de las preguntas de los más jóvenes sobre cómo vivieron el movimiento los chavos de los años 60, y las remembranzas y hasta aclaraciones de fechas y hechos de los adultos, la mayoría activistas del CNH del Politécnico o la UNAM, Escudero contó historias como la de un joven músico, presente en la charla, que el 2 de octubre, en medio de la balacera en la Plaza de las Tres Culturas, protegió con su cuerpo a la periodista Oriana Fallaci.
Escudero, catedrático y ex director de la revista Punto Crítico, contó que la fiesta fue más esplendorosa durante agosto, cuando hubo menos represión, quizá porque el gobierno estaba azorado ante lo masivo en que se había convertido la protesta estudiantil. Los jóvenes, dijo, habíamos tomado la ciudad, que era una fiesta, y eso no es algo intrascendente.
La gente estaba del lado de los estudiantes, aseguró, aunque no participara directa ni masivamente en las movilizaciones, pues tanto por los rumbos de Ciudad Universitaria, como del Casco de Santo Tomás, durante las represiones a las marchas, y sobre todo el día de la matanza, abría la puerta de sus casas a los muchachos para que se refugiaran, con los riesgos que ello significaba.
Un día, contó, una brigada estudiantil del poli decidió ingresar a un salón de baile donde tocaba Dámaso Pérez Prado y su orquesta, para botear y decir algunas palabras. Los parroquianos dijeron que a esos hombres sí se les entendía, en referencia a la retórica presidencial. Y enseguida el músico cubano les obsequió a los brigadistas el mambo del Politécnico.
Al final, Escudero y el público coincidieron en que es necesario seguir reconstruyendo la gran historia del movimiento, además de continuar la reflexión y la discusión de temas antiguos y nuevos, como la existencia del mismo Memorial del 68, magna exposición permanente del CCUT.
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