"Convencido cada noche por la antigua medialuna granadí de que es un ladrón, el ladrón de agua retumba, cae, zumba, se yergue, se tumba..."
Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura en 1956, visitó Granada en el verano de 1924. Federico García Lorca y Manuel de Falla fueron sus anfitriones.
Los días que pasó en Granada le marcaron profundamente ("Éste viaje ha sido para mi decisivo" -diría) y serían el material de inspiración con que escribiera un bello libro de poemas titulado "Olvidos de Granada", expresión de la esencia de aquel viaje.
Un edificio nacido en el siglo XVI, en el número 13 de la Carrera del Darro, se hace hotel, formando con la esencia de aquel viaje su espíritu, y con el título de uno de sus poemas májicos, su nombre.
El Ladrón de agua quiere ser un lugar de encuentro entre la Granada de siempre, con los viajeros románticos que vienen a visitarla buscando su "majia".
Para sentir Granada... para sentir el agua
Olvidos de Granada está concebido como un viaje del poeta desde Granada al interior de su vida, y es un viaje que se realiza a través del agua. Y el agua, en sus fuentes, albercas, o fluyendo por el viejo cauce de su Río del Oro, donde se mira nuestro hotel, es el símbolo de Granada.
Quizás por eso, en el hermoso patio renacentista de este hotel, habita, escondido bajo un pequeño estanque de piedra, El Ladrón de Agua. De él no veremos sino su nombre, pero sabremos que existe observando cómo el agua que allí brota y se derrama suavemente, desaparece luego convertida en música por este ser misterioso.
"el agua era mi sangre, mi vida, y yo oía la música de mi vida y mi sangre en el agua que corría..." (Olvidos, El regante granadí)
Para Viajeros del Mundo
Juan Ramón es un andaluz universal. Granada es una ciudad del mundo. Y este hotel quiere ser una casa de reencuentro para cualquier viajero del mundo, un espacio y un tiempo para cultivar la sensibilidad.
Su privilegiada situación, en el corazón de Granada, a los pies del Albayzin (Patrimonio de la Humanidad), allí donde se curva el río Darro para entrar en Plaza Nueva; sus habitaciones regadas de luz de La Alhambra, cubiertas de detalles y de historia; su patio de columnas y quietud; su salón, zaguán y aljibe... aseguran ese encanto que sucede al sonido del agua, a la paz reparadora, al reencuentro con uno mismo.
Un lugar donde despiertan los sueños...
... Y la fuente opalina de las trenzas,...,encantaba y cantaba todo, como si lo hubiéramos estado mirando y viendo reunidos en la música, Manuel de Falla (que no se acordaba de haber visto nunca la fuente...); en el teatro, Federico García Lorca (que estaba conmigo allí, pleno, rotundo...)...
El edificio se compone de amplio zaguán, aljibe, patio interior, salón-biblioteca y quince habitaciones. El zaguán o hall de entrada, acoge la Recepción, zona de estar y la Cafetería del hotel. El aljibe nazarí está habilitado como comedor. Flanqueado por esbeltas columnas toscanas de mármol que forman una galería a su alrededor, y abierto al cielo granadí, el patio está diseñado tanto para contemplarlo como para vivirlo, leyendo o escribiendo, tomando una copa de vino en íntima o animada tertulia, cenando bajo las estrellas o escuchando una guitarra y una voz que recita, y el silencio.
Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura en 1956, visitó Granada en el verano de 1924. Federico García Lorca y Manuel de Falla fueron sus anfitriones.
Los días que pasó en Granada le marcaron profundamente ("Éste viaje ha sido para mi decisivo" -diría) y serían el material de inspiración con que escribiera un bello libro de poemas titulado "Olvidos de Granada", expresión de la esencia de aquel viaje.
Un edificio nacido en el siglo XVI, en el número 13 de la Carrera del Darro, se hace hotel, formando con la esencia de aquel viaje su espíritu, y con el título de uno de sus poemas májicos, su nombre.
El Ladrón de agua quiere ser un lugar de encuentro entre la Granada de siempre, con los viajeros románticos que vienen a visitarla buscando su "majia".
Para sentir Granada... para sentir el agua
Olvidos de Granada está concebido como un viaje del poeta desde Granada al interior de su vida, y es un viaje que se realiza a través del agua. Y el agua, en sus fuentes, albercas, o fluyendo por el viejo cauce de su Río del Oro, donde se mira nuestro hotel, es el símbolo de Granada.
Quizás por eso, en el hermoso patio renacentista de este hotel, habita, escondido bajo un pequeño estanque de piedra, El Ladrón de Agua. De él no veremos sino su nombre, pero sabremos que existe observando cómo el agua que allí brota y se derrama suavemente, desaparece luego convertida en música por este ser misterioso.
"el agua era mi sangre, mi vida, y yo oía la música de mi vida y mi sangre en el agua que corría..." (Olvidos, El regante granadí)
Para Viajeros del Mundo
Juan Ramón es un andaluz universal. Granada es una ciudad del mundo. Y este hotel quiere ser una casa de reencuentro para cualquier viajero del mundo, un espacio y un tiempo para cultivar la sensibilidad.
Su privilegiada situación, en el corazón de Granada, a los pies del Albayzin (Patrimonio de la Humanidad), allí donde se curva el río Darro para entrar en Plaza Nueva; sus habitaciones regadas de luz de La Alhambra, cubiertas de detalles y de historia; su patio de columnas y quietud; su salón, zaguán y aljibe... aseguran ese encanto que sucede al sonido del agua, a la paz reparadora, al reencuentro con uno mismo.
Un lugar donde despiertan los sueños...
... Y la fuente opalina de las trenzas,...,encantaba y cantaba todo, como si lo hubiéramos estado mirando y viendo reunidos en la música, Manuel de Falla (que no se acordaba de haber visto nunca la fuente...); en el teatro, Federico García Lorca (que estaba conmigo allí, pleno, rotundo...)...
El edificio se compone de amplio zaguán, aljibe, patio interior, salón-biblioteca y quince habitaciones. El zaguán o hall de entrada, acoge la Recepción, zona de estar y la Cafetería del hotel. El aljibe nazarí está habilitado como comedor. Flanqueado por esbeltas columnas toscanas de mármol que forman una galería a su alrededor, y abierto al cielo granadí, el patio está diseñado tanto para contemplarlo como para vivirlo, leyendo o escribiendo, tomando una copa de vino en íntima o animada tertulia, cenando bajo las estrellas o escuchando una guitarra y una voz que recita, y el silencio.
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