sábado, 6 de septiembre de 2008

Villanueva, Juan de Dios: Mulhacén


TRIBUNA
Mulhacén

06.09.08 -

JUAN DE DIOS VILLANUEVA ROA

Para Grandes Montañas



CUANDO Muley-Hacen decidió ser enterrado en la cumbre más alta de la Península sabía bien que su sueño eterno sería difícilmente incomodado por el ser humano. El pico más alto de Sierra Nevada se yergue austero a la par que imponente mirando descarado hacia el Norte, escoltado por el Veleta y el Alcazaba. No es mala guardia para la Vega, ni para los paradisíacos territorios alpujarreños y costeros, convirtiéndolo en mano de esta provincia tendida al cielo, otrora reina del mundo conocido.Puede ser la maldición de Granada. Sus riquezas naturales, y esas otras que el ser humano construyó, más parecen de otros lugares, llamadas a ser ignoradas, o buscar a partir de ellas la impronta que beneficiará a unos pocos acabando con la sostenibilidad del futuro de la que pueden y están llamadas a ser garantes. Sin embargo, el compromiso de los comprometidos con la naturaleza, a la par de un decidido afán en su conservación de Junta de Andalucía y Estado, está consiguiendo que nuestros sucesores puedan gozar de estas cumbres, con unas características excepcionales en el Sur de Europa. Sus ecosistemas, paisaje, cultura autóctona bien merecen un esfuerzo protector y una implicación efectiva que garanticen una continuidad para el mañana de la que nadie, bajo ningún tipo de interés particular, tiene derecho a poner bajo el más mínimo riesgo.El espíritu humano se acrecienta en estos altos, en este enlace de cielo y tierra, donde los vientos son dueños, en el que la tierra es salida de lo más profundo, despedazándose a nuestros pies, ofreciéndonos su poder más inmenso. No es baladí mirar lontananza recibiendo ese aire limpio y fornido que nos llama hacia lo eterno. Sintiéndola se puede amar y respetar la fuerza de la creación vislumbrada desde allá arriba, con la explicación más real del origen geológico de esta tierra que nos acoge, con el nacimiento de la vida misma que correrá por los valles, entre laderas, colinas y cortantes hasta llegar a la mar. La vegetación nos muestra en su transcurrir la clave del crecimiento vegetal, explicando por sí misma en tipos y formas su adaptación a las alturas, al igual que la fauna, con la confianza que otorga el casi desconocimiento del ser humano, o la calidad de quien hasta allí sube. El Mulhacén es sin duda uno de los referentes fundamentales de esta tierra, con todo lo que encierra su entorno, la propia Sierra Nevada, con sus miles de especies, con sus moradores de siempre que han de seguir ahí, porque ese es su espacio. Y en él es preciso destacar la labor de las personas que trabajan en el Centro de Interpretación Ambiental de altas cumbres en su vertiente sur, siempre atentos a que el visitante disfrute al máximo de su estancia, pero siempre atentos a la protección de la zona, con una labor didáctica añadida que ha de calar en el conocimiento y también en el espíritu de quien se adentrará durante un puñado de horas para vivir de otra forma. Estos trabajadores que cuidan, miman, vigilan esta tierra, además de cumplir con su trabajo, transmiten esa sensación de que se está en un espacio único, digno del mañana, por lo que lo tangencial del hoy no puede hipotecar el fundamento de algo que no es nuestro, que existe como resultado y testigo de una evolución geológica y garante de un futuro que habrá de retomar algún día la gente de una provincia cómodamente asentada en una monotonía y en unos paradigmas con frecuencia más próximos al dejar pasar el tiempo que a la fortaleza de las convicciones que permitan, desde le respeto a esta naturaleza, desarrollar una posición que consiga destacar a esta gente como lo ha hecho la propia naturaleza en los espacios en los que se limita a habitar.

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